Beach Fossils por Christopher Petru

Entrevista con Beach Fossils: Caminando hacia la luz

Conocemos a fondo al grupo detrás de sus canciones

Hubo un día en que Brooklyn representó los valores del “hazlo tú mismo” en la música pop, expandiendo sus límites desde el underground. Y mucho ha quedado de aquella época, sí. Pero hoy, evidentemente, no es ese día. Lejos quedaron los tiempos en que Animal Collective, Dirty Projectors y Grizzly Bear redefinieron los contornos del pop, ampliaron sus vértices, dinamitaron sus aristas. El mainstream los absorbió y los convirtió en iconos de lo cool: los gentrificó. Y ellos sucumbieron a medias, definiendo esa línea de superestrella outsider que tan bien sabría replicar, por ejemplo, Zachary Cole Smith, el líder de DIIV. O el modelo de popstar weirdo que vendría asociado a fenómenos como “Girls” (Lena Dunham, 2012-2017) y al ascenso al panteón de los Grammys de Jack Antonoff.

En medio de toda esa vorágine, un puñado de bandas –formadas por colegas, incluso familia– quiso tomar la alternativa y combinó el desaliñado sonido del indie neoyorquino con influencias surf angelinas, aprendiendo del lustre de pop psicodélico que ya habían manejado sus predecesores locales. Y así surgieron Beach Fossils, The Drums, DIIV o los vecinos Real Estate, que, aunque de Nueva Jersey, situaron su centro de operaciones en Brooklyn.

Dustin Payseur, que ahora recuerda esa etapa con cariño, con un poco de nostalgia pero también con la convicción de que ha necesitado enfocar su vida y su carrera para poder encontrar el equilibrio y evolucionar, sabe que lo de entonces es irreplicable. Pero el cantante y guitarrista del cuarteto que completan el bajista Jack Doyle Smith, el guitarrista Tommy Davidson y el batería Anton Hochheim ve brotes verdes en su distrito en lo que respecta a la independencia creativa de una comunidad bulliciosa e inconformista, que se apoya y se retroalimenta. El drill o un resurgimiento del synthpop –con Japanese Breakfast o Nation Of Language– están devolviéndole al barrio la cohesión, y eso le ilusiona.

Se ha tomado seis años para lanzar el cuarto trabajo de Beach Fossils y ha sido padre. Ha aprendido a valorar el tiempo y, quizá más importante, a distribuirlo de una manera más o menos ordenada. Y, amparado en su independencia discográfica, ha conseguido espacio para revisar toda su trayectoria y ofrecer su trabajo más consistente hasta la fecha. Porque eso es “Bunny” (Bayonet-Popstock!, 2023), una puesta a punto para afrontar, ahora sí, una madurez que todavía se resiste. Hablamos con él vía Zoom desde su estudio en Nueva York.

“Bunny” parece ser una síntesis de todas vuestras versiones anteriores, una vuelta a los orígenes con el aprendizaje de “Clash The Truth” –el álbum que publicasteis en 2013– y “Somersault”, vuestro disco de 2017. Están la oscuridad y la fiereza, pero también unas estructuras más complejas.

¿Fue una decisión deliberada o tomaste esta dirección de forma natural, siguiendo el flow compositivo?

Un poco de ambas. De algún modo esta es la primera vez que echo la vista atrás a nuestro catálogo como punto de partida para componer un nuevo disco. Al final, ya tenemos suficiente material como para que tenga sentido hacerlo y así poder evolucionar premeditadamente nuestro sonido, seguir trabajando en él. Nunca he querido empaquetar a qué suena Beach Fossils, definir claramente a qué y a qué no puede sonar, pero esta vez sí que me ha apetecido hacer una escucha activa de los discos y he aprendido a encontrar la inspiración en ellos.

¿Y qué es lo más interesante que encontraste?

Una cosa por encima de las demás: me di cuenta de que hay cosas que nunca van a cambiar en Beach Fossils. Mi voz suena siempre igual, la forma en la que toco la guitarra es siempre la misma y las composiciones surgen siempre de una forma muy intuitiva. Me siento con la guitarra o con el bajo a barruntar unas líneas y finalmente salen canciones. Y siempre ignoraba la idea de una audiencia porque siempre he confiado en mi buen gusto y en mis compañeros de banda. Para este disco he conseguido salir un poco hacia afuera, poner las canciones en perspectiva, compartirlas con amigos para ver su opinión. Muchas de las canciones que compuse para “Bunny” finalmente se han quedado fuera precisamente por eso, porque o yo mismo o esas personas no encontraban un vínculo emocional con ellas.

¿Así que has puesto más atención a lo que el público pueda pensar?

De algún modo, sí. Le he dado más vueltas que nunca a los estribillos, por ejemplo. Y he enfrentado las estructuras como nunca antes lo había hecho, con una idea mucho más pop. Pero no en el sentido de terminar sonando en la radio ni nada parecido. No es esa la música que hago. O sea que tampoco es que esté constreñido por tener que satisfacer a un público. Ha sido más bien un ejercicio conmigo mismo, para ver hasta dónde puedo llegar con una idea de melodía y una estructura de canción.

¿Y crees que el hecho de haberlo escrito y producido prácticamente por tu cuenta y no tanto inmerso en una dinámica de grupo ha tenido algo que ver?

Supongo, claro. Pero creo que la clave está en la cantidad de tiempo que dispongo para mí. Muchos artistas que lanzan su música a través de un sello discográfico terminan recibiendo mucha presión para lanzar algo rápido, porque a veces los sellos lo ven más como un producto, una inversión, que como una forma de arte. Para mí, el arte va primero. Y estoy en una posición lo suficientemente afortunada como para poder permitirme sacar mi música bajo mi propio sello, y la presión me la pongo yo. No es que me guste especialmente que pasen seis años entre disco y disco, pero si es eso lo que sucede estoy bien con ello.

¿Y crees que la pandemia ha afectado en la forma en la que has compuesto y grabado este disco?

Obvio. Durante el confinamiento era imposible hacer nada en Nueva York. Además tengo un crío, así que tuve que alejarme de la música durante varios períodos de tiempo. De hecho, creo que ha sido el momento en que más me desconecté de la música de toda mi vida, porque mi costumbre era bajar al estudio prácticamente todos los días a trabajar en ideas. Y resultó ser muy bueno para mi creatividad estar alejado porque, al no estar todo el día en el estudio, tuve que organizarme mucho más los días, construir una rutina, y eso hizo que me resultara más fácil enfocarme a la hora de volverme a poner a componer. Al principio me asustaba que se me hubiera olvidado, ¿sabes? Pero finalmente las ideas llegaron con mucha mayor potencia, seguramente tanto por el hecho de haberlo echado de menos y tener muchísimas ganas como por la intensidad de las emociones y vivencias que todos habíamos pasado durante ese período.

“Bunny” no es un disco pandémico: es muy abierto y evoca un montón de paisajes exteriores. ¿Cómo encuentras inspiración en los momentos más duros de aislamiento?

Siempre he pasado mucho tiempo solo, ya sabes, escribiendo y componiendo, etc. Para mí la música siempre ha tenido algo que ver con la soledad. En el fondo soy una persona muy introvertida, y soy capaz de encontrar mucha inspiración estando completamente solo. Me ayuda a pensar con claridad. Es curioso, y supongo que es algo común a todos los artistas, pero la mitad de mi vida se basa en vivir en el estudio como un ermitaño y la otra mitad es todo lo contrario, la carretera, los bolos, hacer entrevistas y hablar con gente nueva todos los días… A estas alturas es cuando puedo empezar a decir que estoy encontrando el equilibrio.

En “Dare Me” dices: “No hay nada mejor que perder el tiempo”. Pero quizá estás en el momento de tu vida en el que menos tiempo tienes para perder. ¿Cómo se lleva esta contradicción?

Si te soy sincero, antes de ser padre había muchos días en los que simplemente me levantaba por la tarde y me iba de fiesta toda la noche; era un poco mi vida. Y había muchos momentos en los que estaba demasiado derrotado como para ponerme a trabajar en mi música. Pero ahora no tengo esa libertad, estoy muy ocupado entre el nuevo disco, tener un hijo, etc. Así que cuando tengo tiempo libre, que es raro y digno de apreciar, tengo que usarlo para trabajar. Y, claro, en parte echas de menos perder el tiempo.

¿Te ha llevado esto a estar más organizado, a hacerte horarios?

En cierto modo siempre ha habido una planificación porque durante la mayor parte de la trayectoria la banda ha sido autogestionada. Contratamos un mánager en abril, más o menos, para poder librarme yo de las tareas más tediosas, los mails, los calendarios, etc. Así puedo centrarme más en la parte artística.

¿Y cómo ha afectado esto a tu proceso creativo?

La música es algo muy personal y yo trabajo solo, como ya te he dicho, pero cuando la banda se junta nos compenetramos de una forma casi mágica; ponemos toda nuestra atención en la música y nos convertimos en una unidad. Estamos tan conectados que muchas veces ni siquiera tenemos que usar palabras para comunicarnos; podemos estar dando vueltas sobre ideas seis u ocho horas y que nos parezcan veinte. Y creo que cuando estás tan dentro que pierdes la noción del tiempo, que pierdes la noción de ti mismo, te conviertes en la canción. Creo que es ahí donde fluye la verdadera inspiración, la creatividad. Y ahora tengo más tiempo para alcanzar esos lugares.

Aunque vivas en Nueva York, siempre has tenido una relación muy estrecha con Los Ángeles, sobre todo desde la grabación de “Somersault”. Es algo que percibo muy bien en la transición de “Don’t Fade Away” a “Just Like The Setting Sun”. ¿Cómo ha permeado tu amor por Los Ángeles en este nuevo álbum?

Los Ángeles se ha convertido en un lugar muy especial para mí con el curso de los años. Es como mi segunda casa. Tengo allí tantos amigos como aquí, si no más. Y siempre que voy tengo una sensación de relax instantáneo, no termino de ser consciente de lo hostil que puede llegar a ser Nueva York hasta que salgo de aquí. Y Los Ángeles lo tiene todo para desconectar: hay sol, playa, pero también hay mucha naturaleza y puedes ir a hacer rutas… Si tuviera que describir California en una sola palabra, sería “breezy”, y creo que es algo a lo que siempre he querido que suene la música de Beach Fossils. Así que casi todo el tiempo que paso en Los Ángeles y en contacto con la naturaleza termina siendo inspirador para mi música.

Quizá, con los años, sonáis más a Los Ángeles que a Nueva York, de hecho.

Totalmente de acuerdo.

“Don’t Fade Away” está escrita a raíz de que algunos miembros de la banda se mudaran fuera de Nueva York, ¿verdad?

Sí. Es algo a lo que te acabas acostumbrando. Nueva York es un lugar transitorio para mucha gente. Muchas veces hago un nuevo amigo aquí, y muy rápido esa persona puede convertirse en alguien realmente especial en tu vida, alguien con quien realmente conectas y con quien pasas muchísimo tiempo. Pero Nueva York de repente se pone cuesta arriba, suben los precios o tú pierdes un estatus económico y la gente tiene que marcharse. Y te acostumbras a despedirte de gente que es fundamental para ti. Cuando giras pasa algo parecido: montas un tour con otras bandas y pasas mucho tiempo mano a mano en la carretera, vives muchísimas experiencias y compartes muchas conversaciones, pero termina el tour y todo se evapora.

Supongo que tanto la música como Nueva York son cosas que te ayudan a aceptar la pérdida y el duelo.

Absolutamente.

¿Y cómo se lleva esa ilusión de cercanía con otras personas?

Cuando giras no existe la privacidad, nunca estás solo y es difícil encontrar tiempo para uno mismo. Pero del mismo modo, sí, puedes tener una sensación constante de soledad, de aislamiento. Todos los días son iguales, la misma rutina, pero al mismo tiempo son totalmente diferentes porque estás en otra ciudad, por ejemplo, así que todo se mueve muy rápido pero al mismo tiempo muy despacio. Es difícil de explicar para alguien que no sepa lo que es la carretera, pero al final es que simplemente terminas aceptando que vas a vivir los siguientes meses en una burbuja, y quieres que esa burbuja sea lo más cómoda y agradable posible, aunque sabes perfectamente que, cuando se acabe, esa burbuja se pinchará.

¿Cómo habéis vivido los cambios en la escena de Brooklyn en los últimos años?

Hay momentos en los que parece que aquí se está cocinando todo lo que pasa en el mundo y otros en los que parece que no pasa nada. Ahora mismo percibo algo muy especial porque me da la sensación de que hay una nueva escena surgiendo, y me recuerda a cuando empezamos nosotros, que había esa sensación de pertenencia a una escena fuerte.

Sí, con The Drums o DIIV.

Sí. Cuando hay escena se da una especie de conexión física porque todos existimos a la vez en el mismo lugar y nos vemos cada noche. Y en cierto modo Nueva York perdió eso. No la vida artística en sí, pero sí esa interconectividad: parecía que cada cual iba a su bola. Y creo que una de las grandes razones fue la sobrepreciación de la ciudad. ¿Cómo vas a empezar una carrera artística aquí? ¿Quién paga las facturas? Incluso aunque tengas siete compañeros de piso y múltiples trabajillos, ¿de dónde vas a sacar el tiempo para escribir, componer y dar conciertos? Y ahora, con las posibilidades que se han abierto para trabajar de forma remota, no solo en la música sino en otras ramas, creo que es más fácil conectar con los demás.

Promocionando el disco has hablado del consumo de Ativan para la ansiedad mezclado con café para la concentración. ¿No es peligroso caer en estas mezclas para estimular la creatividad?

Sí, estoy totalmente de acuerdo. No es algo que recomendaría a nadie. Siempre he tratado de encontrar una manera de conseguir librarme de la pereza y ponerme a trabajar, porque me cuesta: paso de trabajar como un loco a no hacer absolutamente nada, y necesito encontrar un equilibrio para poder trabajar de forma más regular. Este disco se me estaba alargando demasiado, y la única manera de conseguir comprometerme era ponerme fechas de entrega: pillar el estudio cuando aún no tenía la música ni siquiera terminada. Pero, claro, esta presión me causaba bastante ansiedad, así que para equilibrarme a mí mismo encontré esta fórmula que, ya te digo, funcionó para mí y para este momento, pero no recomendaría a nadie.

Me gusta cómo terminas el disco. En plan, “mira, todo está jodido y la vida es un poco un desastre algunas veces, pero levántate, déjalo atrás y trata de ser feliz”. ¿En los momentos más oscuros somos más capaces de prestar atención a la luz?

Muchas veces en esos momentos es lo único que te queda. Antes podía ser la religión aquello en lo que encontrar calma, una cierta paz interior o una sensación de comunidad, y ahora puede haber cambiado, pero lo que es común a todo ser humano creo que es la necesidad de apoyarse en algo desconocido, en esa luz en la oscuridad. 


Entrevista por Diego Rubio || Foto: Christopher Petru

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