Rap español 2

Rap español contemporáneo vol.2

Un repaso del género musical: ¿el último grito o el primer suspiro?

Por Diego Rubio

Viernes, 16 de mayo de 2014. Un concierto multitudinario reúne, en la sala Shoko de Madrid, a MDE Click, Chaman & Black Jackets, Nasta, Cool, H Roto, Ébano, PXXR GVNG y Chase. Todo iba relativamente bien hasta que empezó a ir relativamente mal, que diría el famoso youtuber. Aquella noche se saldó con una pelea entre Kaydy Cain y N-Wise y con uno de los beefs más significativos de esta historia, pero también con una escisión entre la vieja y la nueva escuela. Citando a Yung Beef en ese ya mítico documento audiovisual: “Los artistas estos de la música, los raperos”, de los que hablamos en la primera entrega de este informe, contra “los chavales”. Queda muy peliculero, pero la realidad es otra y ahí queremos llegar en este capítulo: algo estaba pasando y todos, desde sus distintos rincones, pusieron su granito de arena para un cambio en el hip-hop español.

Tratar de encontrar una razón por la cual aquello que hacían Corredores de Bloque, Takers, Kefta Boyz y después PXXR GVNG –también, por qué no, La Mafia del Amor– logró zarandear todo el sistema hasta llegar a ser considerado como el “nuevo punk”, la nueva moda de los jóvenes y, en fin, un nuevo paradigma para la industria musical supone un esfuerzo vacuo. El relato de cómo el trap terminó ejerciendo una fuerza centrípeta de toda la escena pasa por ellos, sí, pero es evidente que, a principios de la década de 2010, Madrid estaba abierto a cualquier propuesta fresca. Era, por entonces, un puchero que, a fuego lento, empezaba a cocinar una revolución en el rap patrio que supondría la definitiva ruptura con la rigidez del boom bap y la limitación temática. Los ingredientes, sin embargo, provenían en su mayor parte de la periferia. En este segundo volumen de nuestro informe viajamos por toda España persiguiendo nuevos rumores, rastreando la aparición del trap y tratando de entender el impacto que tuvo en la escena.

Cantos de sirena en el ciberespacio

En Sevilla, S Curro supo canalizar la influencia que siempre tuvieron en la capital hispalense el jungle y el dubstep a través de Los Voluble, y empezó a trazar líneas hacia la consolidación en España de la bass music. Hoy es uno de los puntales de Breaking Bass Records y, junto a The Gardener, ha logrado su lugar en el mainstream con Califato 3/4. “Distorsión” (Kasba-Mogra, 2010) ya avanzaba muchas de las aventuras cibernéticas que luego cristalizaron en “Ojos de grafeno” (Mogra, 2014), junto a Papa Wilson. Para presentarlo, se embarcaron en una extensa gira por la península acompañados de otro especial –¿espacial?– artista sevillano, un jovencísimo Pedro LaDroga que ya empezaba a despuntar a nivel nacional.

Hasta 2014 podríamos adscribirle sin problemas al hip hop más clásico, pero su adhesión a un colectivo multidisciplinar a la manera de Ziøntifik –LaDrogaLab, actualmente LAB Corporation– y el interés por los márgenes estéticos y sonoros le conectaban con esa generación que estaba diseñando su propio tablero. Infinidad de releases de los primeros años de la década –ya sean del propio LaDroga como P E D R O ∞ L V D R X G V o de artistas vinculados a LaDrogaLab como Shaolin, Nerbi, BabySid, Bloody Shao o AcidoP– son testigo de una trayectoria más cercana al post-rap, que se adentra en las profundidades del R&B y en la música experimental, dando respuesta entre otras olas a la explosión glitch de 2011 –una corriente que también se filtró, desde Málaga, a través del estimulante “Phantom Pop” (BOA, 2011) de Elphomega– incorporando chiptunes y otros recursos propios del vaporwave o profundizando en el witch house. Es “P O O L”, su colaboración de 2014 con Dellafuente, por entonces promesa de la escena de Granada, el hito que marca su adaptación de los códigos vocales del trap. Y a partir de ese momento no se separó de ellos, mientras continuaba investigando un sonido propio.

A todos ellos, en gran medida, se debe la adaptación de los códigos más futuristas, de la cultura digital, de la influencia del manga y del anime y de la efervescencia de los nuevos sonidos que se filtraban por los distintos agujeros de internet. Un imaginario que también supieron hacer suyo desde Valladolid Erik Urano y Zar1, trayendo de paso la cultura británica del canon rave y traduciendo el grime a su propio lenguaje, y que en general se convirtió en uno de los estándares sobre los que empezaría a construir la nueva generación de artistas.

Los nuevos aires del soul

Pero del mismo modo que aquellos representaron la vía rupturista, otros avanzaron en brazos de la cultura de la sampledelia y los nuevos caminos del soul. Miembro del colectivo Filósofos de Sofá junto a Sceno, Sone(Freshmakers), Squalo y Funk The System, el beatmaker cordobés Ciclo se convirtió –a través de su sello, Ruanda Records– en uno de los principales estimulantes de una escena con el boom bap elegante y psicodélico por bandera. O el vitoriano Endikah con el peculiar “Beltza”(Autoeditado, 2011). El sonido de los beatmakers valencianos Cookin’ Soul, heredero del hip hop alternativo de la Nueva York de los noventa, se reivindicaba en la capital y en todo el mundo. También su gusto por la sampledelia, reflejado por ejemplo en la primera referencia de Hijos de la Ruina, conjunto formado por los por entonces newcomers Natos, Waor y Cool, ahora conocido como Recycled J.

Los aires jazzy de Emelvi, productor asociado a MDE Click que sacó con Dano una de las referencias fundamentales de estos años de descubrimiento –“Equilibrio” (Ziøntifik-Zona Bruta-Warner, 2012)–, parecían la nueva mina de oro y se reproducían, por ejemplo, en el trabajo de El Dave “Nada es lo que era” (Hermanos de Barrio, 2011). E incluso podríamos hablar aquí del proyecto de Kase.O virado al jazz rap, Jazz Magnetism, y de la influencia contemporánea del saxofonista y MC Escándalo Xpósito, que en aquel momento también andaba en un proyecto con el productor Hartosopash. Los dos estuvieron muy vinculados, por ejemplo, a los primeros trabajos del barcelonés Mi.Amargo, que también contó entre sus productores con el siempre experimental DJ Swet. En 2013, este último lanzó uno de los álbumes capitales para entender el progreso posliminal del rap más alternativo, el autoeditado “Agoraphobia”, que seguía en parte la línea matrix abierta por Veneno Manuel en “Bad Trip” (LNAI, 2012), disco en el que colaboran, entre otros, Vicente El Vizio, Sho-Hai o S Curro.


Y en Vigo comenzó a destacar un gigantesco colectivo que sería clave para que todas estas tendencias, de algún modo, se unificaran: Banana Bahía. Fundado en 2009, sus primeras referencias –producidas en su mayor parte por Kongo Lacosta y el malagueño Manu Beats, con Elecesarcomo MC– escenifican la paulatina incorporación de la producción trap a las formas del rap clásico, marcando uno de los primeros momentos verdaderamente transicionales.

Madrid, silente, escuchaba y aprendía. Primero, La SDJ Crew con el capital “Commandos” (North Is Music, 2012), en el que contaron con la producción siempre certera de Manu Beats. Después, por “Supermassive Black Holes. The Spacetape” (Entik, 2013) del visionario productor Drisket desfilan, a lo largo de casi treinta tracks, prácticamente todos los representantes de aquella edad gloriosa del rap capitalino: Adriano Danzziani, Toscano, Mitsuruggy, Márkes, Big J, Ébano, C. Tangana, D. Gómez, Nasta…

Pero hubo un grupo por encima de todos que supo aglutinar esas influencias existentes: formado por Crema –hoy El Madrileño, antes C. Tangana–, Manto –hoy Sticky M.A.–, Jerv.agz y los beatmakers I-Ace y Fabianni –más la colaboración esporádica de Blanco–, el colectivo Agorazein supo combinar el sonido clásico de los noventa con todos los nuevos flavours. En 2011 autoeditó dos referencias fundamentales para el futuro de la escena urbana, “Kind Of Red” y “Agorazein presenta a: C. Tangana”. Y apuntaló su propia conquista entendiendo que las nuevas formas de sonar ofrecían una paleta novedosa sobre la que hacer música pop. El grupo madrileño combinó rápidamente su maquinaria con la de Banana Bahía, generando sinergias con el productor Royce Rolo, clave en aportar un fuerte filo melódico. También se dejó contagiar por Corredores de Bloque y su gusto por el sonido sureño. Y lanzó temas en colaboración con los productores Emelvi o Cookin’ Soul, imbuidos de psicodelia y sampledelia. O con Zar1 y Carlos Alberich –de BaboonStudios–, que estaba empezando a investigar con las bases tranceras que asentó en 2013 con el proyecto “Trance”, también autoeditado. Agorazein se alió, en fin, con prácticamente todos los que proponían una forma nueva de hacer las cosas, pero sus planes iban mucho más allá.


Conexión Granada-Barcelona

Las profundidades de SoundCloud y varios nombres clave dan fe de la violencia genérica que exhibieron Kefta Boyz y todo su entorno a principios de la década. Hasta su reunión con Corredores de Bloque, todo fue bizarrismo digital, bases saturadas, febril Auto-Tune e inclemencia estilística, un universo propio que tardaría poco en llamar la atención del panorama. Ya hemos contado que en general en toda España se está produciendo una apertura de miras más allá del boom bap, anclado ya a una generación acomodada y renuente a las nuevas modas de Estados Unidos. Pero lo de Yung Beef, El Mini, Khaled, Hakim, Trapani y compañía iba un paso más allá, rompiendo cualquier barrera entre los géneros. Los primeros temas de El Seco (Yung Beef), incluidas sus colaboraciones con la también granadina Somadamantina, llegan a adentrarse incluso en el cloud rap y aúnan las vanguardias sonoras de artistas como Pedro LaDroga con un imaginario propio y desacomplejado, que iba de la música argelina o rumana a los juegos de rol japoneses, del flamenco al club, del reguetón, la salsa o la bachata al mumble rap o al trap francés e incluso al electro. Su primera mixtape, “RIPSECXBXY 199X-1999” (Autoeditado, 2012), es, sencillamente, historia del underground de nuestro país y demuestra que, con todo, su mayor logro fue arrebatarle la seriedad al rap nacional: no es casualidad que, justo en aquel momento, se consolidase la tendencia de trolear y hatear en internet a los raperos más comerciales y que el trap empezase a comentarse como una broma.

Mientras tanto, en Barcelona, From Di Soul aparecía abrazando desde el primer momento el lenguaje del trap y, sobre todo, el concepto de colectivo que tenían los raperos franceses del momento, algo que también obsesionó a Kefta Boyz. Rapeaban en francés, en inglés y en castellano, pero empezaron a despuntar cuando se refundaron en P.A.W.N. Gang a finales de 2012, adoptando el catalán como lengua vehicular y debutando con la codeínica “A-Kuatra Set”. Este colectivo –formado por Yung Mare, Lil Guiu, Good Jan, Teuma Thug y Hacha– se convirtió con el tiempo en nexo para gran parte de la escena de la Ciudad Condal, colaborando con artistas como Cecilio G, Lil Moss, Bad Gyal o los Dora Black de Pimp Flaco y Kinder Malo. Y en aquel momento atrajo la atención de un productor que cambiaría la movida para siempre, Steve Lean.


Este, sin embargo, ya había puesto los ojos sobre Yung Beef. Fernandito, que siempre había sido un poco trotamundos, decidió mudarse a Barcelona en 2013 con parte de Kefta Boyz en busca de dar un paso adelante en su carrera. Y allí, durante un concierto ya mítico con Corredores de Bloque y Cecilio G en el que también estaba Lean, fundaron PXXR GVNG. El resto, como se suele decir, es historia.

El trap como elemento aglutinante

Las manías del trap empezaban a extenderse como la pólvora por toda España, y su impacto se tradujo muy rápido en un efecto centrípeto, aglutinante. Estaba sucediendo en todo el mundo: el principio de la década pasada trajo una revolución “post” que tuvo eco en toda la música pop, surgiendo desde el canon post-rave, con el post-dubstep y la confirmación del sub bass como motor principal, y que encontró un idilio perfecto con los experimentos que comenzaban a aunar, cada vez con más intensidad, voz y tecnología. C. Tangana lo sabía y, con ello en mente, preparaba su siguiente movimiento. También Pedro LaDroga: después de su colaboración con Dellafuente, formó una dupla artística con el beatmaker $kyhook para “Skydrvg 1.0” (LaDrogaLab, 2014) que hoy sigue dando frutos apasionantes y que ha sido capital para la evolución de la escena urbana.

Uno de los ejemplos más claros fue precisamente Cecilio G. En apenas un año “el rey de Bogatell” pasó de Morriers Gang –dúo de MC y productor en el que firmaba como Top Grip acompañado de Agon Beats, también productor de la mixtape “Cecilio Godzilla” (2012), lanzada como Cecilio Grosero– a convertirse en uno de los importadores nacionales del Chicago drill y a formar una alianza con PXXR GVNG durante los primeros compases del grupo. Su estilo siempre fue un poco obsceno, paródico y psicotrópico, como demuestra la mixtape de 2013 “In The Corner”, así que de alguna manera compartían conceptos y visión. Pero es a partir de “Robots N Unicorns” (2022) –producido por Kuor Lxrrxz– cuando se le empieza a ver en conexión definitiva con el sonido de “Los pobres”. En torno a su figura –y a la de Agon– surgiría el sello Fvckda6, donde también lanzó música Sergio Malakay. Y su influencia puede rastrearse, por ejemplo, en los primeros trabajos de Scarface Johansson y de Highkili.

También fue muy representativo de este momento el track con que el MC sevillano C. Terrible cerraba su mixtape de rap “Flow Max Level” (Socio ejecutor, 2013), una “S.E. Run the City” que adaptaba el swing del Chicago drill. Y algo parecido sucedió con Pleito Searchers: Josito Migraña, Chevalier, Basilio y Madh hacían rap, y así lo atestiguan sus diferentes mixtapes, pero dejaron entrar en sus producciones 808s, subgraves y bases sintéticas e incluso colaboraron con Yung Beef.

En Canarias, hasta Bejo dejaba algún rastro –¿la mixtape “Pírdula”(Autoeditado, 2016)?–, aunque su carrera –que había empezado “de la nada” con una nominación al Premio Goya a mejor canción original en 2012– siempre ha estado adscrita, como buen canario, a los códigos de un rap calentito, psicodélico, soulero, de rimas vacilonas y con mucha fijación por el R&B y los ritmos latinos, como terminará demostrando luego, ya sea en solitario con discos excelentes como “Hipi Hapa Vacilanduki” (Autoeditado, 2017) o junto a los Locoplaya, donde forma con sus colaboradores de siempre: Don Patricio aka El Crema y Uge.

El caso es que solo unos pocos fueron capaces de reconocer el valor del trap como llave para construir un nuevo paradigma. Y en los siguientes años, mientras el género engordaba y los medios generalistas –incluso los que no lo eran tanto– lo convertían en el cajón de sastre para todo lo que no encajaba en los viejos arquetipos, iba a construirse una enorme diversidad estilística en torno a uno o varios de estos novedosos experimentos.

La electrónica y el factor pop

Uno de ellos se lo debemos al madrileño Cráneo, un filmmaker que en 2014 ofreció uno de los primeros proyectos lo-fi del panorama nacional, “HandMade” (Guayaba, 2014). En 2015 ambos unieron fuerzas con Guayaba Records y los productores Made In M y Juan RIOS para formar fanso y ofrecer el peculiar “Acid House”. Pero esta aproximación tardaría en calar –lo hizo especialmente a través de Barcelona–, y en aquel momento la electrónica se aplicó al hip hop con el objetivo de crear una paleta pop adaptada a los nuevos tiempos. Y ahí es fundamental la figura de Alizzz.

A principios de la década de 2010, el de Castefa se dedicaba fundamentalmente a producir glitch hop, pero con una aproximación propia que bebía tanto del “Pop negro” (Young Turks, 2010) de El Guincho como del crunk y del R&B experimental y que estaba muy arraigada en la bass music. A C. Tangana, interesado en utilizar todas las influencias existentes entonces en el underground español para comunicarse en la lengua del pop, le pareció algo así como la pieza que le faltaba para terminar de dar forma a su plan maestro de conquista, y lo reclutó para su equipo. Su primera referencia juntos es “Trouble”, de 2014, una joya cloud rap con dejes de chill house. Poco después, otro de los miembros de Agorazein comenzaría su andadura en solitario como Sticky M.A. vía “Chill Trill” (AGZ, 2014), en territorios semejantes pero más pegajosos. Pero no será hasta más tarde, en 2018 y por influjo de nuevas olas posteriores, cuando logre definir verdaderamente su estilo.


Del mismo año es el primer proyecto de Javier Bilbao, Infinitum, cuyo “A R M O N I A” (Hollow Out, 2014) ofrecía ya una producción en la que trap y pop se daban definitivamente la mano. Su carrera posterior como One Path va pareja a la de C. Tangana en el descubrimiento del pop urbano, una amalgama de influencias típicamente raperas –música negra, entendiéndose esto adaptado a un siglo XXI en el que la idea no solo contiene R&B, soul, jazz o músicas electrónicas como el techno o el house, sino también música jamaicana, cultura soundsystem, dub y dancehall o ritmos latinos– para enfrentar la canción pop.

Y en Jerez de la Frontera aparecían Space Surimi: siempre mal etiquetados como un grupo de trap precisamente por el impulso centrípeto que ejerció el mainstream sobre la etiqueta –y alguna que otra excepción–, Eddie Cooperman y Carlboro llevaron el Miami bass y el electro a un hip hop devoto de los ochenta que ha seguido dando frutos inclasificables.

Hay que señalar un fenómeno que quizá destacó por encima del resto en cuanto a impacto posterior y adaptación tanto de los códigos del folclore nacional como de los sonidos urbanos. Originario de Granada y muy conectado a los géneros manejados por la clicka de Yung Beef, Maka marcó con “Pna” (Pvreza, 2014) un antes y un después en la escena española, ofreciendo una mezcla puramente pop en la que cabían rap de inspiración canaria, R&B, flamenco pop, reguetón, merengue, trap de onda latina, hip-hop alternativo y sonidos fractales. Aquel álbum contenía una de las primeras apariciones públicas de otro granadino que alcanzaría a construir, con los años, su propia taifa: Dellafuente. Su primera referencia en SoundCloud da fe de una innegable intención pop y una romántica melancolía. Y sus primeros años son fundamentales para construir su personalidad sonora, nadando entre influencias como El Mini, La Zowi o el drill, colaborando con Vicente el Vizio o K-OS y dejándose llevar por el propio Maka y su visión panorámica.

Es un momento en el que el impacto de Pedro LaDroga es total en la escena y se filtra a través del trabajo de otro productor, Nico Miseria. Desde 2014, con Crvdo Mvsic, y durante estos años de compresión, se le vio colaborar estrechamente con Vicente El Vizio, con Dellafuente o con Maka, investigar con los samples indie que pusieron de moda Kanye West, Kid Cudi y Kendrick Lamar, o adelantarse al pop latino del ciberespacio. Pero, sobre todo, presentando en sociedad al ceutí Soto Asa. Su estilo cannábico, oscuro, abstracto y desdibujado, terminó convirtiéndose en una noche fija en el Razzmatazz de Barcelona: apenas una planta de distancia entre la sala de reguetón, la de techno, la de house y la de hyperpop.

Los márgenes que se habían ido construyendo, muy a fuego lento, desde inicios de la década de 2010 terminaron asimilando que las manías estéticas del trap –las cajas 808, el Auto-Tune, la suciedad, el imperio del subgrave, la ultrasaturación y el rollo thug life– tenían la capacidad de desbordar nichos que antes parecían inmutables. Durante la segunda mitad de la década llegaría la consolidación de un nuevo paradigma de superestrella desde los cimientos del modelo urbano. Pero también habría un efecto rebote que se tradujo en una enorme dispersión. Comenzó a diluirse, penetrando en el ADN de todos los géneros que salpicó hasta mutarlos para siempre. Pero estas tensiones las trataremos en capítulos venideros.


Escrito por Diego Rubio

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