Maggie Rogers

La nueva etapa de Maggie Rogers: analizamos su nuevo disco

Analizamos “Don’t Forget Me”, el nuevo disco de la cantautora y productora estadounidense

Por Juan Manuel Freire

Maggie Rogers siempre había buscado la fama pop, pero cuando la encontró, gracias a cierto vídeo viral en compañía de Pharrell, decidió que igual el estrellato masivo no era para ella. En su nuevo disco, “Don’t Forget Me”, suena más natural y despreocupada que nunca, ajena a las expectativas y decidida a ser feliz. Desgranamos su nueva etapa en cinco puntos.

1. En busca de su propia voz

Como corresponde a una artista que creció en la Maryland rural, Rogers empezó sonando folk en los autoeditados “The Echo” (2012) y “Blood Ballet” (2014). Tras saltar a la fama con aquel vídeo viral de 2016 en que Pharrell Williams flipaba con “Alaska”, publicó ya con multinacional “Heard It In a Past Life” (2019), en el que se postulaba como diva pop-R&B del brazo del hitmaker Greg Kurstin. Para hacer algo positivo con su creciente popularidad, se apuntó a la Escuela de Teología Harvard, donde se graduó con un máster en religión y vida pública, programa dedicado a profesionales de áreas no necesariamente religiosas cuyo trabajo se centra en el impacto social positivo. De ahí surgió el bastante eléctrico “Surrender” (2022), parte de una tesis en la que abordó la ética del poder del pop. “Don’t Forget Me” es menos city rock que soft rock y nos muestra a la Rogers más ligera, más desenfadada hasta la fecha.


2. Álbum de concepto

A veces, las mejores cosas surgen cuando uno se deja llevar o, mejor, cuando nos ponemos poco severos con nosotros mismos. Rogers compuso estas diez nuevas canciones en el orden que escuchamos en el disco, durante al parecer solo cinco días del pasado invierno. No es nuevo para ella hacer las cosas tan rápido: según ha dicho a Amanda Petrusich de “The New Yorker”, compuso “Alaska” en cinco minutos, que es como suele trabajar, “urgentemente y en profunda concentración”.

Aquí, en lugar de buscar lo claramente confesional, prefirió imaginar un road trip de entre un día y dos de una veinteañera que ha pasado por una frustración romántica. “So Sick Of Dreaming” es un desplante a un amante decepcionante: “Estoy cansada de soñar/ Yo misma soy todo lo que necesito”, canta en el estribillo. A la altura de “Never Going Home”, nuestra heroína es convencida por una amiga para salir de fiesta y probar a liarse con alguien. Es todo un disco de concepto, pero uno modesto, sencillo y corto: no llega a los 36 minutos.


3. Sonido menos electrónico

Los beats de la famosa “Alaska” respondían al antiguo interés de Rogers por retorcer los beats, manejar sintetizadores y explorar software de programación. El ambiente comunal de los clubs de Berlín dejó huella en ella: quería hacer música que sirviera para que la gente se fundiera en una sola entidad gracias al ritmo. Su primer álbum de major era bastante electrónico, y “Surrender” tenía sus momentos electro-rock, como “Overdrive” y “Honey”, en los que podía remitir a la Sharon Van Etten de “Remind Me Tomorrow” (2019).

En “Don’t Forget Me” no faltan los teclados; ayuda en composición y producción Ian Fitchuk, quien apoyó a Kacey Musgraves en su salto a un country más sintético en “Golden Hour” (2018). Pero Rogers ya no busca que bailemos con desenfreno, sino que, como mucho, asintamos con la cabeza a unos suaves grooves. “It Was Coming All Along” tiene aromas de la Natalie Imbruglia de “Torn”; “So Sick Of Dreaming” nos devuelve a la Bonnie Raitt más popular, y en cortes como “The Kill” y “Never Going Home” se dirían pequeños homenajes a Shania Twain.


4. Un estudio mítico

Rogers hizo “Don’t Forget Me” en el Electric Lady, el legendario estudio de grabación del Greenwich Village, aquel construido en 1970 para Jimi Hendrix y que éste pudo disfrutar menos de un mes. Rogers vivía cerca de aquí, en West Fourth Street. “Estudiaba los estudios”, ha dicho en la citada entrevista de “The New Yorker”. “Pasaba cada día y veía mi reflejo en el cristal y me decía, ‘Me pregunto si alguna vez llegaré a grabar aquí’. Era un lugar donde me veía a mí misma literal y físicamente reflejada durante un momento de mi vida en que todavía estaba real, real, realmente soñando”.

La lista de discos grabados aquí impele a tragar saliva: “Combat Rock” de The Clash; “Young Americans” de David Bowie; “Talking Book” de Stevie Wonder, o “Horses” de Patti Smith, a la que Rogers siempre ha admirado. El pasado febrero, la artista tuvo ocasión de tocar “Don’t Forget Me” con la Patti Smith Band en una gala del concierto benéfico para Tibet House US, la institución educativa y embajada cultural fundada en 1987 en Nueva York para arrojar luz sobre la cultura tibetana.


5. Y otro estilo de pelo

Este no sería un nuevo disco de Rogers si no trajera consigo un corte de pelo de la artista. En la portada de “Heard It In A Past Life”, lucía una larga melena surfera hasta el pecho. En “Surrender”, un corte pixie que podía parecer radical, pero que, para ella, era casi rutina. “Me he cortado el pelo súper corto cada cuatro años durante casi toda mi vida”, dijo en entrevista con ‘FASHION’. “De pequeña me lo solía hacer yo misma”. O de más mayor también: en septiembre de 2020, en plena cuarentena, se cortó ella misma el pelo en su patio interior con un par de tijeras de cocina.

Ahora lo lleva por los hombros, a medio camino entre la melena de su salto al mainstream y sus arrebatos pixie. Y antes de que alguien se pregunte por qué hablamos de cortes de pelo, recordemos que la imagen es algo muy serio y que dice mucho de las personas y, por supuesto, de los artistas. Para Rogers, cortarse el pelo es, según ha dicho, “la externalización de una transición interna”.


Foto: Maddy Rotman

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