Javiera Mena bucea entre sonidos eléctricos en su nuevo álbum, “Inmersión”
La artista chilena afincada en España acaba de publicar su séptimo disco de estudio
“Inmersión” es el séptimo disco de estudio de Javiera Mena. “Ya te mueves como pez en el agua” es el mini-estribillo de la tercera canción del álbum, entre flautas traveseras y ritmos de bossa nova. En realidad, “Inmersión” hace alusión, desde su propio título, a una metáfora submarina: sugiere adentrarse en lo más profundo de las emociones, enfrentar el dolor de forma intensa y, al mismo tiempo, encontrar la fuerza para salir a flote y mirar la vida desde un ángulo renovado. Es decir, se trata de un álbum en el que, de forma paulatina, empieza a llegar menos luz desde la superficie: Javiera Mena refleja en las diez canciones que lo conforman el momento en el que tocas fondo y vuelves a impulsarte hacia el exterior. Es, por tanto, igual de oscuro que su predecesor, “Nocturna” (2022), si bien es más afectuoso e, incluso, introspectivo.
El elemento principal del trabajo es, por tanto, el agua. De algún modo, la chilena trata de reflejar el elemento más transversal de la naturaleza a través de sonidos eléctricos, como si llevase mucho tiempo estudiando el ruido que hace el río al fluir para tratar de recrearlo con la síntesis digital. Así, algunas de las canciones situadas en la primera mitad del trabajo (“Reina de la Selva” o “Pez en el Agua”) poseen una coda en la que Mena busca musicar lo extramusical, acudiendo a un sonido que se asemeja a un grifo que gotea pero recreado a través de varios teclados. “Volver a llorar”, por su parte, es otra suerte de invocación al océano (las lágrimas, son, al fin y al cabo, gotas de agua salada) y en “Mar de Coral”, otro de los adelantos del trabajo (junto a Santiago de El Mató a un Policía Motorizado) el invitado canta “Y en el mar de coral descender, tú y yo, y nadar sin miedo a aguantar la respiración”. En “Absurda”, un vals en vísperas del final del trabajo, vuelve a hablar sobre esa tristeza tan relacionada con el mar: “Y lloro, yo vi que tú estabas con otra conversando”. Este enfoque no busca ilustrar el agua de forma literal, sino sugerir su presencia desde lo sensorial. Hay una intención clara de conectar lo natural con lo digital sin forzar la metáfora. El resultado es un paisaje sonoro que fluye con coherencia y cierta extrañeza, pues al final todo lo acuático tiene que ver con el carácter inherente del ser humano más que con un paisaje externo.
Entre lo sintético y lo orgánico
Musicalmente, “Inmersión” sigue la línea a la que la chilena nos tiene acostumbrados: un equilibrio entre la música electrónica, el techno más suave, los ritmos tradicionales de América Latina y una textura, por momentos, más tribal, que sobre todo aparece en la primera mitad del trabajo. Aunque son estos últimos los espacios más llamativos del disco, Javiera Mena ha decidido, en esta ocasión, mostrar una cara pública más acústica y relajada: la mayor parte de la comunicación del LP ha venido de la mano de sus baladas. Indudablemente, Mena brilla muchísimo más con un bombo a negras que con un arpegio de guitarra; en este caso, encontrarán esa versión más reluciente solo aquellos que la busquen. En ese vaivén entre lo sintético y lo orgánico, entre la pista de baile y la introspección, “Inmersión” encuentra un equilibrio más sosegado que de costumbre. No es un álbum inmediato, pero sí uno que recompensa la escucha atenta. Como el agua, su profundidad no siempre se revela a simple vista. Requiere paciencia, disposición y cierta entrega emocional para dejarse arrastrar por sus corrientes.
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