Benson Boone: el baladista acrobático que podría ser nuestro próximo ídolo pop
En un panorama escaso de ídolos masculinos dispuestos a brillar (literalmente), tal vez un tipo en mallas turquesa sea justo lo que necesitamos
Benson Boone, cantante y compositor de 23 años, ha pasado de ser un desconocido de un pequeño pueblo a una figura ubicua en el pop con velocidad vertiginosa: haciendo backflips, cantando a pleno pulmón y luciendo un mullet con orgullo mientras se mete en la conciencia cultural. Con “American Heart”, su segundo álbum en apenas un año, Boone se ha convertido en una contradicción andante: para algunos, una super estrella en ascenso; para otros, un producto de laboratorio con exceso de glitter.
Pero donde muchos ven simple imitación –parte karaoke de Freddie Mercury, parte TikToker sediento de atención– otros perciben algo más inestable y fascinante: una estrella que navega las paradojas de la masculinidad moderna, la fama post-“American Idol” y las fuerzas del pop algorítmico. Para entender a Boone hay que ir más allá del bigote y los saltos mortales, y preguntarse qué dice su ascenso sobre el pop en los años 2020.
1. Glam sin rebelión
La estética de Boone bebe directamente de los dioses del glam: lentejuelas, teatralidad y agudos vocales son parte del paquete. Pero sus valores vienen de otro lugar. Criado en un hogar mormón devoto en Monroe, Washington, Boone no bebe, no fuma y escribe canciones dedicadas a su abuela fallecida. A diferencia de Queen o Elton John, en Boone hay gratitud patriótica y colaboraciones con marcas de galletas.
“Beautiful Things”, su gran éxito y la canción más escuchada del mundo en 2024, pasa de una balada suave al piano a un clímax desgarrado, pero su mensaje es una oración de agradecimiento. No está desactivando el glam; lo está recodificando para una América que quiere el brillo pero teme el atrevimiento.
2. El hijo perfecto del algoritmo
Tras una breve aparición en “American Idol”, donde Katy Perry predijo su victoria, se retiró y se hizo viral en TikTok. Una versión de “Driver’s License” desde la perspectiva masculina obtuvo 11 millones de visitas y captó la atención de Dan Reynolds (Imagine Dragons), quien lo fichó de inmediato. Así se asciende hoy: no a base de maquetas o bares, sino de clips, carisma y sincronía con el algoritmo.
Boone entiende las plataformas como un nativo digital: muestra vulnerabilidad, responde a las críticas en tiempo real y parodia su propia imagen. Cuando Pitchfork llamó a su show en Coachella “horrible”, Boone respondió en TikTok. Cuando lo tildaron de “producto de la industria”, se puso una camiseta de “One Hit Wonder” en un videoclip autoparódico. Pero lo meta no siempre salva. A veces, señalar la máquina desde dentro solo hace más evidente que formas parte de ella.
Y sin embargo, los resultados están ahí. “American Heart” puede ser genérico, pero está construido con precisión quirúrgica. Las canciones están hechas para reels, sincronizaciones y montajes emotivos. Si su música “no haría daño ni a un bebé”, como dijo un crítico, es porque está diseñada para tranquilizar, no para incomodar. Y eso también dice algo sobre lo que se espera del pop actual.
3. Una masculinidad desorientada
En un panorama donde el pop femenino es caleidoscópico, audaz y autoconsciente (Chappell Roan, Charli XCX), el pop masculino parece haberse replegado hacia la seriedad y la indefinición. Boone, con su estética limpia y su patriotismo estilizado, es tanto una anomalía como un símbolo del momento. Proyecta fuerza a través de la vulnerabilidad, espectáculo a través de la dulzura, pero siempre dentro de límites seguros.
Boone es, en cierto modo, el primer ídolo pop masculino post-Bieber: emocionalmente expresivo, un poco perdido, ansioso por gustar. Su angustia es digerible, su extravagancia no amenaza, su sexualidad se da por hetero, pero nunca se reafirma. La audiencia no sabe muy bien qué hacer con un artista que parece Freddie Mercury por fuera pero canta sobre cosas bonitas por dentro.
4. ¿El futuro del pop o un fuego fatuo?
Que Rolling Stone lo haya puesto en la portada de su número sobre “el futuro de la música” fue tanto una proclamación como una provocación. ¿Qué significa que ‘esto’ sea el sonido del mañana? Un crítico podría decir que sus dos discos son comida rápida musical: placenteros al instante, sin valor nutricional, fácilmente replicables. Pero incluso esa crítica le otorga poder: en un mar de rockeros insípidos, Boone se queda en la memoria.
Lo que le falta en innovación, lo compensa con espectáculo. Saltos mortales desde pianos, atuendos brillantes, baladas que explotan sin previo aviso... Y sin embargo, si quiere evitar el destino de Katy Perry –un pico temprano seguido de años de desconcierto– tendrá que arriesgar más. Hacer canciones que incomoden, no solo que agraden. Pero descartarlo por completo sería ignorar el panorama. Boone es síntoma de una época donde el pop ya no busca escándalo, sino coherencia: branding pulido, coreografías virales, emociones fácilmente digeribles.
Foto: David Roemer
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