“Wish You Were Here”, de Pink Floyd, revive por su 50 aniversario
El noveno álbum del grupo británico, una de las obras clave del rock sinfónico, acaba de reeditarse con material extra. Recordamos la historia de un disco realmente singular.
| Por David Sequeda
El pasado 12 de septiembre se cumplió el 50 aniversario de “Wish You Were Here”, que ha pasado a la posteridad como uno de los álbumes monumentales de Pink Floyd. Sin embargo, no fue así considerado al principio, ya que su gestación fue dificultosa y traumática, y su acogida un tanto tibia en el primer momento. El noveno álbum de la banda co-liderada por Roger Waters y David Gilmour fue el sucesor de “The Dark Side Of The Moon” (1973), cuyo descomunal recibimiento se convirtió en un lastre para ellos. En aquel momento, se puede decir que Pink Floyd era, de hecho, la banda más importante del mundo. Lógicamente, “Wish You Were Here” se convirtió, por tanto, en un trabajo esperadísimo. La banda empezó a componerlo durante su gira europea y, en enero de 1975, se encerró en los estudios de la EMI en Londres para grabar en plan estajanovista, durante cuatro días a la semana desde las 14.30h hasta bien entrada la madrugada. Estuvieron así hasta julio, pero la creatividad fluía con dificultad, y también las tensiones entre sus componentes. Las históricas desavenencias creativas entre Waters y Gilmour ya afloraban aquí, pero también las frustraciones ante la aparente desmotivación del batería Nick Mason, quien entonces se encontraba en plena crisis matrimonial. Las sesiones también se interrumpieron y retomaron tras dos giras por Estados Unidos, conformando un proceso tortuoso que, sin embargo, acabó por dar excelentes resultados. Hoy por hoy, es el álbum favorito de Pink Floyd tanto para Gilmour como para Mason, y también lo fue para el teclista Richard Wright (fallecido en 2008).
Culmen del rock sinfónico
Waters y Gilmour concibieron el álbum como una obra conceptual, incluso más sinfónica que “The Dark Side of The Moon”. Su pieza central es “Shine On You Crazy Diamond”, una suite en nueve movimientos que el grupo decidió cortar en dos partes, de 13 y 12 minutos de duración, abriendo y cerrando respectivamente el disco. Entre medias, incluyeron tres canciones de entre 5 y 7 minutos: “Welcome To The Machine”, “Have A Cigar” y “Wish You Were Here”.
En una maniobra bastante arriesgada, el álbum comenzaba con una larguísima introducción instrumental, y la voz (de Waters) no sonaba hasta transcurridos 8 minutos y 40 segundos. Las primeras palabras que entona son: "Remember when you were young, you shone like the sun" (Recuerda cuando eras joven, brillabas como el sol). Y, aunque el músico decía que su significado era más genérico, siempre se ha visto como un homenaje a su amigo, y primer cantante de Pink Floyd, Syd Barrett.
El fantasma (real) de Barrett
Syd Barrett (1946-2006) fue el líder de facto de Pink Floyd, y principal artífice de su gloriosa etapa psicodélica, en los dos primeros álbumes de los británicos: “The Piper At The Gates Of Dawn” (1967) y “A Saucerful Of Secrets” (1968). Su abuso de las drogas psicodélicas provocó en él una enfermedad mental irreversible que le obligó a dejar el grupo. Aún llegó a grabar un par de álbumes en solitario después de aquello, pero en 1974 se retiró de la vida pública. El grueso de “Wish You Were Here” tiene mucho que ver con la añoranza y la ausencia de su amigo, uno de los mayores genios del pop de los años 60.
Pero lo verdaderamente rocambolesco de esta historia es que Barrett apareció sin avisar por las sesiones de grabación. El 5 de junio de 1975, justo cuando la banda estaba terminando de mezclar “Shine On You Crazy Diamond”, entró en el estudio un hombre con sobrepeso y la cabeza afeitada portando una bolsa de plástico. Al principio, ninguno de sus excompañeros le reconoció, hasta que finalmente se percataron de que era él e irrumpieron en lágrimas. Su conducta era totalmente errática y sin sentido, y no mostró ningún tipo de reacción al escuchar las dos canciones que supuestamente estaban dedicadas a él (la que acabamos de citar y la que titulaba el álbum). Fue la última vez que lo vieron en su vida.
Chicos pálidos para la máquina
Pero hay otro tema troncal en “Wish You Were Here”: la crítica mordaz a la industria discográfica, representada en “Welcome To The Machine” y “Have A Cigar”. El ‘queme’ les llegó al verse sobrepasados por su éxito masivo y observar la avaricia de los grandes ejecutivos, a quienes el valor artístico de los discos les importaba muchísimo menos que lo que estos recaudaran (un clásico de todos los tiempos que, de todos modos, se veía aún con cierta inocencia hace 50 años).
Paradójicamente, estos dos temas (con “Have A Cigar” como cara A) conformaron el único single del álbum, elegido por su discográfica. Fue una decisión incomprensible, si se tiene en cuenta que “Wish You Were Here”, con su trasfondo casi de folk acústico y su aura de himno, era claramente el que más potencial tenía de los cinco cortes, y el que acabó siendo más popular. Más insólito resulta pensar que, además, “Have A Cigar” no estaba cantada por ninguno de los miembros del grupo, sino por el cantautor folk Roy Harper, que estaba grabando un disco suyo en la sala contigua, y a quien Gilmour y Water invitaron a poner la voz ante la insatisfacción que ambos sentían con sus respectivas tomas. De los cuatro temas restantes, cada uno de los líderes cantó dos.
En la acogida inicial del álbum predominó cierta decepción, sobre todo por parte de la crítica especializada, pero poco a poco fue ganando más peso, hasta convertirse en uno de los discos más valorados de Pink Floyd. Fue número 1 en 8 países (incluida España, que entonces vivía los ultimísimos coletazos del franquismo) y, a día de hoy, lleva vendidas 20 millones de copias. Los peces gordos de la industria quedaron muy satisfechos y seguro que se fumaron unos cuantos puros gracias al trabajo del grupo. Cuyos componentes, por cierto, ya eran también multimillonarios en aquel momento.
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