Oasis

Hay que amar a Oasis, pese a todo

Aprovechando los últimos movimientos de los hermanos Gallagher, repasamos la historia de la banda de Mánchester

| Por Nacho Ruiz

A este mundo hemos venido a divertirnos. A celebrar. A cantar con el puño en alto. A escuchar música por la calle y sentir que vuelas. Oasis es todo eso y más. En cierto sentido, la-gran-última-banda-de-rock. Peleas, excesos, drogas, declaraciones fuera de lugar, novias famosas, conciertos históricos, cifras pantagruélicas, discos míticos… La historia de los Gallagher es maravillosa, apasionante e, insistimos, divertidísima. Todo lo que nos contaron que tenía que ser la música rock.

Para conocer su historia hay que remontarse a Mánchester, a principios de los años noventa. Liam y Noel Gallagher son dos hermanos apasionados por lo que debía apasionar a un joven mancuniano de la época: música, chicas, fútbol, salir con los colegas, escapar de aquel lugar. Al principio, se llamaban The Rain y Noel no formaba parte de la ecuación. Estaba ocupado ganándose la vida como roadie. Al ver que su hermano pequeño tenía un grupo de música, se ofreció a incorporarse. Con dos condiciones: las canciones las escribiría él y sería el jefe. La dinámica estaba clara desde el principio. El resto de la banda, al escucharle tocar canciones como “Live Forever”, no tuvo más opción que aceptar de inmediato.


Ya con el nombre de Oasis, tuvieron un encuentro fortuito que les cambiaría la vida… y de paso la historia de la música. Ejerciendo de teloneros en un garito de Glasgow, fueron descubiertos por Alan McGee, capo del sello Creation, una de las discográficas independientes británicas más importantes de siempre. No dudó en ficharlos. El resto, como se suele decir, es historia… Pero vaya historia. La grabación de lo que sería su primer elepé no fue fácil, pero los resultados fueron tremendos. Los singles iban cayendo, himno tras himno: “Supersonic”, “Shakermaker”, “Live Forever” y, por fin, el esperadísimo debut en formato largo: “Definitely Maybe” (1994). El éxito fue inmediato y arrollador, inspirando y formando parte del movimiento britpop, que reivindicaba Reino Unido como potencia musical y que reclamaba la herencia artística de las islas británicas. La mezcla de carisma infinito, muro de guitarras y melodías inspiradas por Slade, The Beatles y The Stone Roses era infalible: Oasis eran los reyes.

Antes de la publicación de lo que sería el segundo álbum de la formación, se montó una (absurda) polémica con otra de las grandes bandas de la época, Blur, que derivó en una agria pelea entre ambas, con Noel afirmando que deseaba que “el bajista y el cantante de Blur cogiera el sida y se murieran” y con los dos nuevos singles de los grupos siendo lanzados el mismo día. La confrontación llegó hasta abrir los telediarios de las cadenas británicas. El número 1 fue para “Country House”, de Blur, por delante de “Some Might Say”, de Oasis. Aquello infló rencillas geográficas y sociales y, durante un tiempo, tenías que ser de uno o de otro grupo.


Más allá de la anécdota, “(What’s the Story) Morning Glory” (1995) se convirtió en un fenómeno mundial, despachando por el camino más de 22 millones de copias. De repente, los Gallagher, sus peleas, sus hazañas –musicales y no musicales–, eran el centro del mundo. Todos hablaban de ellos y conciertos como el de Knebworth, en 1996, paralizaron el país. Parecía que nada podía ir mal y, en 1997, vio la luz “Be Here Now”, en medio de un hype monumental. En aquel momento era imposible de saber, pero la era imperial de Oasis había terminado. El trabajo se antojaba largo, pomposo y aburrido por momentos, fruto de gente que deja de escuchar y cuyo epicentro vital era la cocaína.

Los números y la repercusión seguían estando de su lado, pero la creatividad, no. Un cuarto trabajo, “Standing on the Shoulder of Giants” (2000) confirmaba que eran capaces de dar con puntuales grandes canciones, pero no discos completos. Sucesivos cambios de formación en la alineación de la banda tampoco auguraban un gran futuro. Mientras, los hermanos se seguían tirando puyas a través de la prensa, siendo ya un poco una suerte de comedia pintoresca. “Heathen Chemistry” (2003) y “Don’t Believe the Truth” (2005) eran esfuerzos aceptables, pero a años-luz de los años de gloria.

En 2008, se editó “Don’t Believe the Truth”, el séptimo y último disco del combo inglés, aunque en aquel momento eso todavía no se sabía. De hecho, la formación inició la correspondiente gira de presentación. En agosto de 2009, Oasis debía tocar en el V Festival británico. La actuación se canceló por una presunta laringitis de Liam. Unos días más tarde, tenían previsto actuar en el Rock en Seine parisino, tampoco sucedió. Ese mismo día, Noel lanzó una nota de prensa anunciando su salida del grupo, afirmando que no podía trabajar con Liam “ni un día más”.

Daba la sensación que sería el enésimo mal rollo entre los hermanos y que las aguas volverían a su cauce. Pero no. Liam siguió con el resto de los miembros de Oasis bajo el nombre de Beady Eye, y Noel empezó a funcionar en solitario. Más tarde, Liam también comenzó carrera como solista. Lo más reciente es un proyecto junto a John Squier, exguitarrista de los Stone Roses. Por supuesto, desde el mismo momento de la ruptura de la banda, los rumores sobre una eventual reunión de los de Mánchester han sido constantes. La realidad es que Noel siempre se ha negado. Los fans, aun así, no pierden la esperanza…


Foto: Jill Furmanovsky

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