¿A qué podría sonar el próximo álbum de Rosalía?
Repasamos los últimos pasos de la superestrella española
A este paso, 2025 podría pasar a la historia como, entre otras cosas, El Año Que No Tuvimos Música Nueva de Rosalía. Ni temas propios ni duetos ni featurings. Su último single, “Omega”, colaboración con Ralphie Choo, data de septiembre de 2024. Desde su anterior álbum, el emblemático “Motomami” (2022), han pasado ya tres años y medio. Lo que en estos tiempos acelerados podría sonar a bloqueo creativo nos suena a los veteranos como algo mucho mejor: autoexigencia, depuración, búsqueda. En días en que casi todos los artistas publican demasiado, en que los discos son como volcados masivos de contenido, que ella se tome su tiempo para perfilar “R4” es la mejor noticia.
Echando un ojo a su cuenta de Instagram, igual parecería que Rosalía no está demasiado metida en ello: últimamente la hemos visto modelando para New Balance y posando para ‘Elle’, remojando los pies en la piscina, disfrutando del US Open en Nueva York (partido de cuartos de Carlos Alcaraz contra Jiri Lehecka) o dejándose ver por la Semana de la Moda de París, en la que ha llamado la atención con el vello de las axilas teñido de blanco.
Pero, de veras, como ya mostraba en junio en una campaña de Instagram, también está haciendo música. Simplemente, ha decidido seguir su propio ritmo. Quiere hacer las cosas por los motivos adecuados, como decía en entrevista con la ‘Elle’ estadounidense en agosto: “La fuerza motora que te lleva a continuar haciendo música, continuar creando, ha de venir de un lugar de pureza. Motivos como el dinero, el placer, el poder… No siento que sean fértiles. Nada saldrá de eso que me pueda interesar realmente. No son temas que me inspiren”.
Misterios de la creatividad
En su primera entrada en Substack, ascendente plataforma de publicación en línea, Rosalía reflexionaba seriamente sobre la creatividad. “Leonard Cohen solía decir que todo el mundo tiene una canción. Si es verdad que cada poeta tiene un poema, cada cineasta una película y cada músico una canción dentro de sí, entonces yo espero no encontrar nunca la mía”, escribía el pasado 14 de septiembre. Es decir, ella espera no redundar, seguir sorprendiendo. “Soy to'a' la' cosa', yo me transformo”, como decía en “Saoko”.
En el texto aprovechaba para, entre otras cosas, contestarnos a los periodistas (los pocos que tendrán la suerte de entrevistarla) la previsible pregunta “¿Cómo empezó ‘R4’?”. Una obra empieza a cobrar forma, según ella, “mucho antes de que toques cualquier tecla, escribas cualquier frase o entones cualquier nota”. Citando a David Wagoner a través de otro poeta, David Whyte, nos recuerda la curiosa verdad: “Estás en el camino cuando no puedes ver el camino”.
Al final señalaba las tres etapas de la construcción de un disco: el volcar, el dejarlo todo salir sin buscar en exceso la intención; la persistencia, ese punto intermedio de trabajo que hace que las ideas adquieran consistencia, y por último, el pulir, ese proceso que puede consistir casi más en vaciar que en añadir, sobre todo para una artista tan amiga de la esencialidad como ella. “Y con ello llega el final, la hora de soltar/saltar”.
Mucho más relajada a nivel de gramática y sintaxis, su entrada del 25 de septiembre gira en torno a, según descripción propia, “números, edades, recuerdos, regalos, pasteles y deseos”. Aprovechando que ese día era su 33º cumpleaños, hilvanaba pensamientos cálidos en un ejercicio de “stream of consciousness” a mayor gloria de su familia y todas las cosas buenas de la vida, incluyendo la Sacher de frambuesa y el Gâteau Breton, este último un pastel no tan fácil de hacer, como descubrió por sí misma: “Por suerte nadie fue testigo de esta aberración a la tradición culinaria francesa que durante tantos años ha sido forjada, pero también te digo que esa receta fue hecha con maldad”.
Intuiciones sobre “R4”
Rosalía puede dejar ver sus dudas, explicar sus procesos, hablar de su infancia, pero lo que no va a decir en ningún caso es a qué suena su nuevo álbum. Quizá porque ni ella misma acaba de saberlo; quizá porque el secretismo tiene su poder en esta era de sobreinformación. Es muy probable que solo tengamos alguna idea cuando el primer single (o todo el álbum, quién sabe) llegue a nuestros oídos en algún momento de quién sabe cuándo.
Sea como sea, en su debut en Substack escribía sobre un interés personal (“erotizar más la bondad, doblarme con gusto por alguien o algo”) que podría hacernos elucubrar sobre un disco más tierno que “Motomami”. La balada “Omega” caminaba en esa dirección: la intimidad y la cercanía como eje central de un objeto sonoro falsamente convencional. Solo hacía falta pegar un poco la oreja para descubrir detalles extraños, dulcemente extraños. Lo que parece claro es que en su investigación sónica no tendrá esta vez el apoyo de El Guincho, al que no ha visto desde hace años, según decía en la entrevista con ‘Elle’. No hay ningún resentimiento, según parece, pero no, no hay contacto.
En las letras, quién sabe, igual encontramos algo de crítica cultural feminista, si tenemos en cuenta que (como también hemos aprendido por ‘Elle’) ha estado leyendo la icónica novela ensayística “Amo a Dick” de Chris Kraus. Tampoco podemos olvidar su paso por “Euphoria” como actriz invitada (tras una pequeña aparición en “Dolor y gloria”, de Pedro Almodóvar, en 2019): ¿caerá, quizás, alguna canción sobre las líneas porosas entre la vida y la representación? Elucubraciones desesperadas en un año sin música de Rosalía.
#Rosalía has already perfected her #Euphoria line delivery, even before she makes her debut.
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