The Cure han vuelto con “Songs Of A Lost World”, su nuevo disco
Repasamos el ansiado regreso de la banda británica The Cure
Nunca se han ido del todo, han seguido dando conciertos, pero The Cure debían desde hace tiempo (dieciséis años, para ser precisos) un nuevo disco de estudio; a ser posible, uno cercano en calidad a sus clásicos. El recién aparecido “Songs Of A Lost World”, aparente primera parte de una trilogía, ya está en la calle y, además, cumple con las mejores expectativas. Lo analizamos en cinco puntos.
1. La larga espera
Han sido dieciséis años sin disco de estudio de estos iconos del rock gótico, los transcurridos desde “4:13 Dream” (2008), saludado solo con educación por la crítica y poco vendido en Reino Unido, donde no subió más arriba del puesto 33 en listas. Tras él llegaron días de, sobre todo, autorrevisión. En 2011, el grupo de Robert Smith iniciaba su serie de conciertos “Reflections”, en los que tocaban sus tres primeros álbumes de cabo a rabo. 2018 vería al líder comisariar el festival Meltdown de Londres, al que se trajo a almas gemelas como Nine Inch Nails, My Bloody Valentine o Kristin Hersh. Ese mismo año dieron un concierto de 40º aniversario en Hyde Park y reeditaron “Mixed Up” (1990) con un segundo disco de remezclas, “Torn Down”, creadas por el propio Smith.
Pero, ¿verdadera nueva música de The Cure? De eso nada. Hace ahora diez años anunciaron “4:14 Scream”, secuela de su anterior disco que nunca llegó a ver la luz. En 2019, Smith habló con ‘Rolling Stone’ de un disco con canciones de “diez, doce minutos” que debería haber visto la luz ese mismo año, pero no lo hizo. Dos años después comentaba en entrevistas no uno, sino dos nuevos álbumes de The Cure, “uno que es todo muerte y tristeza y otro que no lo es”.
2. Muerte y tristeza
Con el primero de ellos, debía referirse al recién llegado “Songs Of A Lost World”, aunque según dice Smith, esto podría ser el inicio de una trilogía (y no un díptico). Al fin y al cabo, el disco se abre con un corte titulado simplemente “Alone” (“Solos”), y después recorre un espectro de emociones que va de la rabia al desaliento, pasando por la melancolía. “A Fragile Thing”, favorita de este cronista, aborda la historia de una pareja abocada al fin: “No, no hay nada que puedas hacer para cambiar el final”. “I Can Never Say Goodbye” es la respuesta de Smith a la muerte de su hermano mayor Richard.
El disco es algo así como la banda sonora de una vida, ¿un mundo?, en “declive inexorable”, en palabras del líder del grupo en ‘The New York Times’. “Creo que es natural, conforme te haces mayor, sentirte más y más desesperado por las cosas que pasan”, dice en la misma entrevista. “Porque ya lo has visto todo antes y ves que se están cometiendo los mismos errores. Y siento que estamos yendo hacia atrás”.
3. Las referencias literarias
Robert Smith siempre las ha incluido en sus canciones, y de hecho, existe una web, Cureious, dedicada desde hace años a investigar estos guiños. En ella citan ya un par de ejemplos del nuevo disco, como que en “And Nothing Is Forever” se cita “la muerte de la luz” del poema “No entres dócilmente en esa buena noche”, de Dylan Thomas, también citado a conciencia por Christopher Nolan en “Interstellar”, o como que ese “something wicked this way comes” (“sé que la infamia se aproxima”) de “I Can Never Say Goodbye” proviene de “Macbeth” y es también el título original de “La feria de las tinieblas”, la novela de Ray Bradbury de 1962, adaptada al cine por el gran Jack Clayton en 1983.
Pero no se vayan todavía, aún hay más. En “Alone”, Smith canta versos adaptados del poeta victoriano Ernest Dowson: su “este es el final de todas las canciones cantadas por el hombre” se convierte en “este es el final de todas las canciones que cantamos solos”; y vuelve a citar el final de las canciones, cerrando el círculo, en “Endsong”.
4. Un sonido familiar
El disco ha sido producido por Smith y Paul Corkett, quien ya había trabajado previamente con la banda en “Bloodflowers” (2000), pero la inicial “Alone” retrotrae al sonido trabajado por Smith con David M. Allen en el clásico “Disintegration” (1989): oscuro, claustrofóbico a la vez que majestuoso, con los sintetizadores sirviendo un colchón melancólico. Elementos familiares recorren el disco: Smith cantando con su voz rota, llorosa; los bajos de Simon Gallup, densos y melódicos como de costumbre, y como bien ha dicho Ben Cardew en ‘Pitchfork’, una batería de Jason Cooper con mucho del temblor intenso que dominaba la de Lol Tolhurst en “Pornography” (1982).
Unos dirán que el grupo no se desafía a sí mismo; otros, que solo están entregando una versión refinada y madura de lo que vienen haciendo toda la vida, y que la coherencia merece mejor reputación, y tendrán razón.
5. Generosos con los fans
Para las fechas de su gira norteamericana “Shows Of A Lost World” de 2023, Smith se aseguró que todos los lugares donde se celebraran las actuaciones tuvieran asientos a 20 o 25 dólares, un precio insólito para un concierto de estadio. Las entradas serían intransferibles, lo que pondría piedras a las reventas crueles. Y además, la banda rechazó usar el modelo de ‘precios dinámicos’ de Ticketmaster (con la que se ajusta el valor de las entradas según la demanda en tiempo real); más adelante, hizo que se devolviera a los fans una parte de los gastos de gestión.
Si no pudiste comprar entradas para sus últimos conciertos (ya trajeron repertorio del nuevo disco a Madrid y Barcelona en noviembre de 2022), puedes verles presentar “Songs Of a Lost World” en directo: la banda ofreció un livestream enteramente gratuito de su concierto del pasado 1 de noviembre en el Troxy de Londres que aún está disponible en YouTube.
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