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Arcade Fire se despide de la épica y apuesta por una intimidad incómoda en su nuevo disco

Analizamos “Pink Elephant”, el séptimo álbum de la banda canadiense

| Por David Sequeda


La carrera de Arcade Fire se podría dividir en dos etapas separadas por un álbum de transición. La primera trilogía, conformada por “Funeral” (2004), “Neon Bible” (2007) y “The Suburbs” (2010) marcó por aclamación su ascenso a los cielos del rock alternativo de este siglo, y el ambicioso doble álbum “Reflektor” (2013) fue un movimiento para no reincidir en el pasado de la banda sin renunciar tampoco a sus líneas maestras. Podríamos decir que este séptimo largo culminaría una segunda trilogía, conformada por obras más cortas, en torno a los 40 minutos, que se han ido despojando paulatinamente de aquella exultante pulsión épica de sus inicios, pero también han ido perdiendo capacidad de pegada, de emoción y, en última instancia, el favor de la crítica.

Cambios, cambios

“Pink Elephant” llega tres años después de “We” (antes salió “Everything Now” en 2017) y, en este tiempo, han sucedido bastantes cosas en la vida de la banda. La más sintomática a nivel musical fue el abandono de Will Butler, hermano de Win (el líder del grupo) y miembro fundador, que ha sido sustituido en los directos por otro músico reputado como es Dan Boeckner, líder del magnífico grupo canadiense Wolf Parade. Con “We” estuvieron de gira durante todo este tiempo, pero a la altura del pasado verano, cuando los vimos en el Bilbao BBK Live y en el Icónica de Sevilla, apenas tocaban un par de temas de aquel disco y preferían centrarse en el repertorio de “Funeral”, que por entonces cumplía su vigésimo aniversario.

Otra novedad interesante de este nuevo álbum es que, si el anterior lo produjo el matrimonio-base (Win Butler y Régine Chassagne) en el estudio que tienen en Nuevo Orleáns, con la ayuda de Nigel Godrich (Radiohead), en esta ocasión lo han hecho con otro canadiense de pro: Daniel Lanois, el legendario productor que ha trabajado con U2, Bob Dylan, Neil Young y Peter Gabriel, entre otros muchos. Las comparaciones con la banda de Bono y The Edge siempre han acompañado a Arcade Fire, pero, de los trabajos que Lanois hizo con ellos, al que más puede recordar es a “The Unforgettable Fire” (1984), sobre todo por la profusión de temas cercanos a la electrónica ambiental. Un detalle significativo es que, en “Pink Elephant”, hay hasta tres temas instrumentales en esta onda, de entre un total de diez.

En el nuevo sonido, predominan los medios tiempos de tono más reflexivo. Algunos de los temas tiran de un rock acústico en baja fidelidad, como “Pink Elephant” o “Ride Or Die”, mientras que “Alien Nation” es rock industrial, como unos Nine Inch Nails aplacados, pero lo que más brilla son los temas que tiran hacia el pop electrónico y la pista de baile, aunque más idóneas para bailar en soledad y mirando al suelo con los ojos cerrados, como “Year Of The Snake”, “Circle Of Trust” y “I Love Her Shadow”.

¿Cancelación o redención?

En realidad, lo más relevante de este álbum es que se trata de lo primero que graba Arcade Fire después de las acusiones que cuatro jóvenes fans hicieron a Win Butler de abuso sexual (poco después de la publicación de “We”). Tanto el músico como su mujer lo negaron, aunque matizando que sí había habido relaciones extraconyugales consentidas por todas las partes. Aunque el grupo nunca ha sido cancelado explícitamente, artistas como Feist y Beck, que iban a telonearlos en aquella gira, decidieron no hacerlo.

Todos los álbumes de Arcade Fire han sido conceptuales, y esta no es una excepción. El elefante rosa del título –que se representa en la portada con una vela con forma de elefante, de cuyos ojos brotan unas lágrimas– se refiere, según la banda, a ese efecto paradójico en el que el esfuerzo por suprimir un pensamiento conduce a que sea imposible evitarlo. Sin duda, el elefante en la habitación es la conducta pasada de Butler, ante lo que él responde con siete canciones que, de un modo u otro, intentan buscar la redención.

Hay, en sus letras, algunas referencias religiosas típicas de ellos (las alas de ángeles tiradas en el suelo de la discoteca con la que comienza “Circle Of Trust” es la más lograda) y también regresos a la obsesión del grupo con los efectos perniciosos de las redes sociales en la muy explícitamente titulada “Alien Nation”. Y, en general, autoexploraciones que van entre la confusión y la búsqueda del perdón a través de la sublimación del amor. Sin embargo, el sentimiento interpretativo de aquel Win Butler que antaño se desgañitaba para coger la vida por el cuello y convertir sus canciones en algo más grande que ellos mismos ya se ha perdido por completo. Su voz ya no suena tan entusiasta o enfática y, al tiempo, lo que canta tampoco parece convincente en esa búsqueda de la redención, ni siquiera cuando intenta vaciarse por dentro hasta el autoexorcismo en el tema final, “Stuck In My Head”. Se supone que aquí debería haber material emocional de alto calado y, sin embargo, la impresión general es de una incomodidad que también se traslada al oyente, que se termina preguntando por qué tiene que ser testigo de esto.



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