Doja Cat regresa con su quinto álbum, “Vie”
En “Vie”, Doja Cat deja atrás la crudeza de “Scarlet” para abrazar el pop ochentero con saxofones brillantes, sintetizadores expansivos y melodías que miran tanto al pasado como al presente. Entre la provocación y la confesión íntima, Doja Cat vuelve a demostrar que su identidad musical, entre el rap y el pop, está en constante transformación
En menos de una década, Doja Cat ha pasado de fenómeno viral de internet a una de las figuras más imprevisibles del pop global. La artista, nacida en Los Ángeles en 1995, nunca ha encajado del todo en una categoría fija: rapera con agilidad técnica, cantante con oído melódico y show-woman que entiende Internet como pocos de sus colegas. Tras el futurismo melódico de “Planet Her” (2021) y el giro áspero y casi confrontacional de “Scarlet” (2023), llega su quinto trabajo de estudio, “Vie”. El título, en francés, significa “vida” y resume bien el terreno en el que Doja decide jugar: entre lo vitalista y lo introspectivo, entre el artificio pop y la confesión íntima.
El disco supone un cambio de dirección respecto a su entrega anterior. Si “Scarlet” parecía diseñada para subrayar su validez como rapera pura, aquí la apuesta es otra: un regreso al pop con fuerte inspiración ochentera, lleno de saxofones, sintetizadores brillantes y melodías de radiofórmula retro. La producción corre principalmente a cargo de Jack Antonoff, figura omnipresente en el pop anglosajón de los últimos años: el resultado es un álbum que oscila entre el homenaje nostálgico y la búsqueda de nuevas fórmulas para el presente.
1. Un álbum con corazón ochentero
Lo primero que transmite Vie es un aire nostálgico y cinematográfico, como si Doja hubiera querido abrir una puerta al imaginario pop de los años 80. Las atmósferas son luminosas, cargadas de sintetizadores expansivos, baterías electrónicas secas y un romanticismo deliberadamente kitsch, cercano a las películas y videoclips que definieron aquella década.
En ese contexto, el saxofón emerge como protagonista desde el arranque, marcando el ambiente de un disco que se mueve entre el pastiche y la reinterpretación. Canciones como “Jealous Type” o “Stranger” revelan esa obsesión por recrear la textura sonora ochentera, mientras que en “Aaahh Men!” samplea el mítico tema de “Knight Rider”, reforzando la sensación de estar ante una banda sonora alternativa de la era dorada de MTV. El riesgo está claro: al lanzarse de lleno a un revival, Doja puede parecer demasiado fiel al molde. Sin embargo, cuando el disco se permite matices, como en “All Mine” o la dulzura de “Come Back”, la propuesta se abre y cobra personalidad propia.
2. Entre el rap incisivo y la confesión amorosa
Uno de los grandes atractivos de Doja Cat ha sido siempre su doble registro: rapera afilada y cantante pop con gancho inmediato. En “Vie”, esa tensión sigue presente. Temas como “Aaahh Men!” muestran su faceta más combativa y sarcástica, con versos que juegan entre la provocación y la duda existencial (“¿Estoy enfadada o enamorada?”). En contraste, “Silly! Fun!” o “Happy” dejan ver un lado casi ingenuo, en el que se atreve a rapear sobre el enamoramiento con un desparpajo que roza lo infantil. Este vaivén entre dureza y vulnerabilidad es lo que mantiene vivo el álbum. Incluso cuando las bases recuerdan demasiado a un manual de pop ochentero, su personalidad vocal evita que las canciones se conviertan en meros ejercicios de estilo.
3. El peso de Jack Antonoff
El fichaje de Antonoff como productor ejecutivo ha levantado debates. Aplaudido por su trabajo con Lorde, Lana Del Rey o Taylor Swift, también se le acusa de imprimir un sonido demasiado reconocible y uniforme. En “Vie” se perciben esas señas: capas de sintetizadores expansivos, baladas que rozan lo etéreo, estribillos diseñados para brillar en directo. La pregunta es si ese molde encaja con la naturaleza mutante de Doja.
Sin embargo, su manera de rapear y de manipular el timbre vocal mantiene un filo que distingue el proyecto de otros discos “antonoffianos”. Incluso en los momentos más melosos, hay un guiño, una ironía o un giro rítmico que recuerda que se trata de Doja Cat y no de una vocalista más atrapada en la nostalgia.
4. Colaboraciones y guiños
El disco incluye colaboraciones estratégicas, como la de SZA en “Take Me Dancing”, que inevitablemente se compara con la colaboración previa entre ambas, “Kiss Me More”, incluida en su álbum “Planet Her”. Además, hay un mosaico de referencias culturales explícitas: de Grace Jones a Donna Lewis, de Prince a Kanye West, pasando por samples y frases tomadas de películas y series de los 80. Lejos de ser guiños gratuitos, estos elementos conforman un mapa de obsesiones estéticas que explican hacia dónde apunta la brújula creativa de Doja en este momento.
5. Entre la provocación y la sinceridad
Doja Cat ha construido parte de su mito en torno a la provocación, el troleo a sus propios fans (en 2023, perdió 200.000 seguidores debido a un enfrentamiento con un admirador) y un humor que desarma a críticos y seguidores. En “Vie” parece debatirse entre mantener ese espíritu o abrirse a un registro más emotivo. El resultado es híbrido: canciones que suenan a bromas privadas junto a otras que podrían leerse como diarios íntimos. En “Come Back”, por ejemplo, cierra el disco con un tono de resignación amorosa que dista mucho de la ironía habitual.
“Vie” no es un álbum revolucionario, pero sí un paso estratégico en la trayectoria de Doja Cat. Después de la aspereza de “Scarlet”, este retorno al pop retro puede parecer un movimiento conservador, pero también es una manera de ampliar su arsenal y demostrar que puede jugar en más de un tablero.
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