La nostalgia y la crisis de los 25 en el nuevo disco de Natalia Lacunza
La artista navarra Natalia Lacunza presenta su segundo disco, “NO2TAL5IA”, con el que se confirma como una de los nombres más inquietos del pop nacional
| Por Diego Rubio
Tres años después de su primer álbum, el exitoso “Tiene que ser para mí”, y tras un EP como “DURO” y varias colaboraciones en las que Natalia Lacunza ampliaba su imaginario electrónico y se probaba lejos de sus zonas de confort, el lanzamiento de “NO2TAL5IA” confirma una dirección más introspectiva para la artista navarra. Su nuevo álbum, compuesto y producido junto a su escudero habitual Pau Riutort y un amplio grupo de colaboradores, mantiene una forma esencialmente electrónica y pop, pero rebaja la energía y narcotiza sutilmente los ritmos acercándose a atmósferas downtempo. Lo analizamos en algunas claves:
Más repliegue que evolución
La melancolía y el tono tristón han sido siempre una seña de identidad de la música de Natalia Lacunza, como lo ha sido esa producción que viste de profundidad electrónica un repertorio pop muy centrado en la melodía que –al menos en este sentido– encuentra semejanzas con el de Aitana. En “NO2TAL5IA”, más que versión afinada de esas inquietudes, lo que vemos es una especie de proceso de reclusión: para hacerse expansivos, los ritmos y los sintetizadores han de convertirse en humo y ocupar todo el espacio disponible entre las cuatro paredes de la habitación; las melodías, y la propia presencia de Lacunza, se diluyen en esa bruma. El resultado es un sonido más cohesivo en general, en el que los fondos visten a la navarra como el edredón azul de la portada. También más monocromático –el azul, claro, le sienta bien a un disco tan emocional y tan melancólico– y minimalista. “He aprendido a no tener miedo al silencio. A confiar en que una melodía sencilla puede ser mucho más potente que todo lo que intentas adornar”, dice la propia Natalia sobre el disco.
Nostalgia hasta de lo no vivido
Aunque la nostalgia de la que habla Lacunza tiene realmente más que ver con la pura melancolía, ella misma ha contado que este trabajo surge como una especie de respuesta a su crisis de los 25 –el 25, de hecho, se cuela en el título del álbum–, y de procesar una especie de saudade casi crónica: “He echado de menos cosas que no sé si tuve alguna vez. Tengo la sensación de que ese sentimiento vivirá para siempre en mí; no puedo deshacerme de él, pero puedo volverlo valioso, hacer que sirva para algo. Toda esa NOSTALGIA”. El disco, por lo tanto, surge de un ejercicio de sinceridad consigo misma, tras una época dudando de sus capacidades como artista, y viene a confirmarla como una de las artistas más inquietas del pop nacional, dispuesta a disolverse en una nebulosa de R&B electrónico.
Laboratorio pop
Para hacer este viaje de introspección y abrazar un sonido más frío, minimalista y desnudo, Natalia ha contado con el que es su escudero habitual, Pau Riutort, pero también con un versátil grupo de colaboradores que la sitúan en el centro del círculo de nuevo pop alternativo de multinacional: Pablo Stipicic (Rubio, Javiera Mena) coproduce gran parte del disco, Ganges asiste como compositora en varias canciones, Pional ha metido mano en “Apego feroz”, y la pareja que forman Barry B y Gara Durán muestra su rango amplio de registros entre esa canción y “NOKIA”. Además, Natalia cuenta con varios artistas vinculados al urbano para redondear el trabajo: Nuviala (Bad Gyal, Morad, Hoke) completa la lista de principales productores del disco, PMP (Hoke, Juicy Bae) produce el trap pop de “Mal de 2”, y Diego 900 se revela como uno de los grandes asistentes en la parte lírica, con participaciones esporádicas también de la actual pareja de Lacunza, el rapero L’haine.
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