Tame Impala

Tame Impala regresa con “Deadbeat”, su esperado nuevo disco

El proyecto de Kevin Parker presenta su disco más bailable

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Lo que empezó como grupo (neo)psicodélico de público esencialmente alternativo es, desde hace una década, una bestia pop de múltiples cabezas y fans de lo más diversos. Quizá sea esa renovada fama, o esa nueva presión, la que lleva a Kevin Parker a tomarse tanto tiempo entre disco y disco. Cinco (largos) años después de “The Slow Rush”, acaba de publicar “Deadbeat”, que analizamos en cinco claves.


1. El camino hasta aquí

En sus dos primeros álbumes, “InnerSpeaker” (2010) y “Lonerism” (2012), Tame Impala sonaban a rock ácido clásico con producción contemporánea. El single “Elephant”, del segundo, se coló en las indie discos, pero no tanto como lo haría posteriormente “Let It Happen”, odisea disco de ocho minutos que avanzaba “Currents” (2015), el salto de Kevin Parker a, en sus propias palabras, “la música pop azucarada”. Esa gloriosa canción no ha dejado de apasionar e inspirar: la directora Julia Ducournau (“Crudo”, “Titane”) la usa como banda sonora de un momento capital en su nueva película, “Alpha”, que llega a España el 21 de noviembre.

“Currents” era un disco de transformación no solo musical, sino también espiritual y personal: Parker se decidía, así es, a dejar que las cosas pasaran y que su subconsciente trabajara libremente. “Ya no quería controlarlo todo porque era consciente de todo lo que me estaba perdiendo”, me explicaba en el Primavera Sound de 2016 en una entrevista para “Rockdelux”. Siguió dejándose llevar (y bailando) en “The Slow Rush” (2020), publicado poco antes del inicio de la pandemia, cuando la única pista posible acabaría siendo el salón de nuestra casa.


2. Colgado y a mucha honra

Con el título del nuevo álbum, “Deadbeat” (o “Colgado”), Parker recuerda todos esos momentos de su vida en que se ha sentido un poco inútil, alguien que no valía para nada. “Así es como me siento todavía”, ha asegurado recientemente en entrevista con la emisora australiana triple j. “Todavía siento que me paso el tiempo haciendo terapia conmigo mismo sobre estos sentimientos. Al usar ese título, en cierto modo, es como si glorificara ese concepto, como si lo celebrara”.

Según explicó a Amanda Petrusich en ‘The New Yorker’, pensó mucho en los últimos años de adolescencia, ese momento en que dejas el instituto y has de convertirte en un adulto, algo que puede costar. El camino que se considera correcto es la universidad y, después, tener un trabajo serio. “Para mí no tenía sentido, trabajar en una oficina e ir a tomar unas copas con el resto las tardes de los viernes, y luego, no sé, irse de citas. Por eso acabé viviendo en una casa compartida con un puñado de stoners, escuchando psych-rock”.


3. Sonido electrónico y de baile

Otra importante inspiración para el álbum, sobre todo a nivel sónico, son las llamadas ‘bush doofs’, clásicas fiestas australianas, con banda sonora electrónica o psytrance, en zonas rurales apartadas de todo. Parker nos impele al baile con cortantes ritmos cuatro por cuatro, pero también sonidos rugosos e imperfectos, accidentes casi siempre felices. Su amor por el French Touch (el año pasado colaboró con Justice en “One Night/All Night”) se advierte en el single “Dracula”. Además, sorprende acercándose al dembow en “Oblivion” y tirando de techno sin compasión en “Ethereal Connection” o el final “End Of Summer”, que presentó en su sesión en Nitsa Club del pasado 7 de junio .

De nuevo, el propio Parker se encarga de casi todo; en los créditos solo se señala como colaborador musical a Loren Humphrey (Guards), que ha aportado “grabación adicional y producción” a varios temas. Trabajar así es lógico para un músico que se cataloga a sí mismo como obsesivo. “Me vuelvo obsesivo cuando es demasiado tarde”, decía también a Petrusich. “Me fastidio a mí mismo, porque mientras estoy grabando estoy en plan, ‘Esto es brutal, voy a dejarlo así. Tocaré esto con la guitarra; está desafinada pero es lo que tengo más cerca, me da igual’. Y cuando estoy acabando la canción me doy cuenta de lo que está mal en ella”.


4. Letras de bajón

A pesar de abundar en canciones uptempo, “Deadbeat” es un disco marcado por las dudas existenciales: música para bailar con agobios en la cabeza. El sentimiento de culpa, por ejemplo, parece siempre a la vuelta de la esquina. Lo encontramos en “Loser” (“Intenté corregirlo, creo que la pifié/ Tío, es una crisis, no soy así nunca”) y “End Of Summer”, especie de intento de pedir perdón: “Y ahora mismo, me encantaría rodearte con mis brazos/ Aunque sepa que no significaría nada/ Nada”.

En otros casos, Parker parece estar buscando (o luchando por encontrar) un equilibrio entre la vida rock y la doméstica. En “Dracula”, el protagonista parece disfrutar de la noche, que le convierte en “Mr. Charisma, el jodido Pablo Escobar”, pero a la vez asegura estar deseando estar donde está su ser querido. A la altura de “Piece Of Heaven”, parece contento con estar en la habitación de su hija: “Ahora mismo hay todo un mundo/ Sucediendo ahí fuera/ Sea lo que sea lo que me estoy perdiendo/ Estando aquí, no me importa”.


5. Una portada mágica

Ciertamente, la niña a la que Parker abraza en la portada es su hija Peach, nacida en 2021, que se coló en mitad de una sesión de fotos glamurosa. En la citada entrevista con triple j, Parker dijo: “Es de esas cosas que no sabrías decir por qué funciona, pero lo hace (...) Me quedo embobado con esa foto”. Kevin Parker, ¿el mejor ‘girl dad’ visto desde el DiCaprio de “Una batalla tras otra”?


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